Deja que te ponga en situación. Era un día de finales de diciembre de 1952. Albert Gunter se dedicaba despreocupadamente a sus quehaceres diarios, conduciendo el autobús número 78 entre Nunhead y Calle Mayor de Shoreditch como había hecho durante años. Llegó al Puente de la Torre, empezó a cruzarlo y, de repente, la carretera que tenía delante empezó a elevarse. Sí, amigos: los basculantes habían empezado a abrirse y Gunter tenía que pensar rápido.
Ahora bien, si fuera yo quien estuviera en esa situación, probablemente habría seguido el camino de llorar, gritar, cerrar los ojos y, sinceramente, esperar lo mejor. Por suerte, Albert Gunter estaba algo menos desquiciado que yo. Y por eso lo que hizo, fue poco menos que icónico.
Pisando a fondo el acelerador, Gunter tomó la decisión precipitada de acelerar el ritmo e intentar saltar el hueco (de aproximadamente dos metros) entre los dos basculantes. Con 20 pasajeros a bordo, el autobús cruzó volando el puente, como salido de un cómic, y aterrizó sano y salvo al otro lado – con el autobús (y cada una de las tablas) todavía de una pieza. Todo en un día de trabajo, ¿eh?
¿Cómo ha ocurrido, me pregunto? Pues bien, en los años 50, un vigilante debía tocar una campana de aviso, para notificar al tráfico que se aproximaba que el Puente de la Torre estaba a punto de abrirse. Sin embargo, el 30 de diciembre de 1952, el vigilante de guardia olvidó tocar la campana. Y así fue como Albert Gunter y su autobús número 78 (que circulaba a sólo 12 mph) acabaron en el aire entre los dos basculantes del puente de 143 pies de altura.
Todos los que iban a bordo fueron trasladados al hospital por precaución y, aparte de una pierna rota (la del conductor), no sufrieron ningún daño. Como recompensa por su valentía y rapidez mental, Gunter recibió un día libre y una prima de 10 libras. Cuando recibió su recompensa y le preguntaron cómo pensaba gastársela, Gunter declaró con orgullo: «cinco para mí y cinco para mi mujer». Menudo héroe.
Así que, la próxima vez que te sientas ligeramente bajo presión, recuerda esta historia y pregúntate: ¿Qué haría Albert Gunter?